Para nuestros hijos, la primera fuente de identidad y definición propia se encuentran en casa. Ellos se construyen con nuestras palabras de afirmación o de crítica, y con nuestros gestos de amor o de rechazo. Debemos asumir la responsabilidad de la influencia que tenemos sobre ellos, y ser intencionales en las palabras que usamos.
Nuestras palabras les ayudan a construir su amor propio a partir de que les expresemos aceptación y admiración con respecto a su apariencia, su personalidad y su inteligencia. No seremos quienes firmen la obra de arte terminada, pero como padres, somos quienes proponemos los colores base de la pintura, por medio de nuestras palabras y enseñanzas.
Nuestros niños, perciben lo que significan para nosotros por medio de nuestra actitud y por la forma en que nos comunicamos con ellos. Por eso, es necesario que nos sintamos orgullosos de ser los padres de nuestros hijos y que ellos se sientan seguros de lo que significan para nosotros.
Siempre que nos comuniquemos con nuestros hijos debemos expresar amor, aceptación y admiración. Todas nuestras palabras y gestos tienen un significado profundo en la vida emocional de nuestros hijos. Una cosa es dialogar con nuestros hijos y otra es pasar el tiempo sermoneando y regañando. Es importante que corrijamos lo que está mal, pero es un imperativo crear espacios para dialogar, donde se sientan escuchados y no juzgados, comprendidos y no señalados.
Puede que nuestros hijos estén frustrados porque algo no les salió como lo querían, son esos momentos donde necesitan nuestra compañía; ser escuchados, orientados, amados y aceptados. Como le dijo una adolescente a su mamá: “Gracias por estar siempre ahí cuando más te necesito, por escucharme y decirme lo que me conviene o no me conviene. No sé que haría si no te tuviera. Te amo mamá”.
1. ¿Qué necesitan nuestros hijos?
- Ser amados.
- Escuchados.
- Seguridad emocional.
- Comprensión.
- Nuestra compañía.
- Aceptados.
- Valorados.
- Respeto a sus ideas, gustos, y sentimientos.
- Motivación.
- Afirmación.
- Libertad para expresar lo que piensan y sienten.
- Metas, sueños y desafíos que les inspiren.
- Confianza.
- Nuestro tiempo.
- Espacio para reflexionar, comprender sus emociones y aclarar sus pensamientos.
- Tener sentido de misión en la vida.
- Ejemplo. Modelos a los cuales imitar.
Nuestros hijos necesitan estímulo cuando hacen bien las cosas, cuando han logrado cambiar una conducta, o bien han logrado un buen rendimiento académico. El estímulo o la gratificación puede expresarse con palabras, obsequios, paseos y cariño.
Muchas veces, nuestros hijos necesitan la confianza y la libertad para expresar su enojo, su frustración y su tristeza. Cuando se es niño o adolescente, no es fácil empezar a comprender las emociones que se experimentan, porque la vida está comenzando, y no se sabe descifrar bien lo que se siente. Es ahí, donde nuestros hijos están necesitando toda la confianza del mundo, y esto lo logran las palabras de afirmación, el halago, la aceptación y la compañía de sus padres.
Para que nuestra comunicación sea efectiva con nuestros hijos, se necesita que seamos concretos, claros y sencillos, aún así, solicitemos a nuestros hijos que nos retroalimenten para saber si nos estamos comunicando correctamente y si estamos alcanzando el objetivo deseado. Esto implica también que debemos desarrollar la habilidad de escuchar, sin juzgar, criticar y mucho menos descalificar.
La comunicación no solo la compone la transmisión de conceptos a través de palabras, nos comunicamos con la mirada, gestos, sonrisas y afecto. Por eso, no basta que hablemos con ellos, sino que nos comuniquemos emocionalmente con ellos.
2. Espacios para dialogar
Los hijos necesitan espacios para dialogar con sus padres y sentirse importantes, comprendidos y escuchados. No es igual hablar que dialogar. El diálogo supone escuchar activamente, es decir, con interés y validando lo que la otra persona está diciendo. El diálogo es el espacio propicio para expresar sentimientos y pensamientos, pero a la vez, se externan opiniones sobre el tema. No es fácil dialogar con nuestros hijos, porque normalmente el padre quiere aconsejar y tiende a regañar. El diálogo se logra dar, en tanto los hijos se sientan seguros y respetados.Es a través del diálogo donde las personas desarrollamos tolerancia, capacidad de corregir nuestros errores y la habilidad de escuchar.
3. La comunicación con nuestros hijos se favorece cuando
- Sienten libertad de expresar lo que piensan.
- No subestimamos sus sentimientos.
- Dialogamos con ellos.
- Controlamos nuestro enojo y la ira.
- No nos temen.
- Expresamos afecto.
- Les afirmamos con palabras en privado y en público.
- No les ridiculizamos o les censuramos públicamente.
- Les escuchamos.
La comunicación con nuestros niños debe ser concreta, simple, y clara. Una tendencia de los adultos es comunicarnos de forma abstracta y nuestros hijos necesitan que seamos concretos y claros.Los hijos se sienten estimulados cuando nos escuchan hablar bien de ellos y observan las muestras de cariño entre adultos. Transcribo algunas expresiones de adolescentes que evidencian esto:
- “Mis padres toman tiempo para escucharme”.
- “Me agrada cuando me abrazan y me permiten explicar mi punto de vista”.
- “Cuando discuten, cuidan su tono de voz”.
- “Saben admitir cuando se equivocan y suelen decir: lo siento”.
- “Siento que mis padres me aman cuando se aman entre ellos”.
- “Suelen decirnos los rasgos buenos de nuestro carácter y de nuestra manera de ser”.
- “Me ayudan a pensar cuando debo tomar decisiones”.
- “Me hablan abiertamente acerca de mi sexualidad y me han ayudado a establecer límites al respecto”.
- “Siempre se aseguran que sepa claramente por qué me están disciplinando.”
- “Mis padres han sido un buen ejemplo para mi. Nunca se muestran como si fueran perfectos y saben identificarse con nosotros” .
- “Me hacen sentir que mi opinión es importante”.
- “Nunca me comparan”.
- “Mis padres siempre dicen algo positivo de mi”.
- “Mis padres dejaron de usar un sobrenombre que realmente me hería”.
- “Me gusta cuando me dicen “Te amo”, me hace sentir seguro”.
Definitivamente cuando hablamos bien de nuestros hijos les estamos transmitiendo, aceptación, y les añadimos valor y confianza.